El camino al diagnóstico: Diagnóstico I
¿Cómo te enfrentas al diagnóstico? Pues sinceramente yo sentí alivio. Explico esto que me vais a tomar por una loca.
Hay que remontarse a seis años atrás, 2013. Primero todo esto empezó con debilidad en mi mano derecha, se pensó en síndrome del túnel carpiano porque yo trabajaba por aquella época con las manos, un electromiograma en el que no se encontró nada. Un medicamento con el que la cosa mejoró un poco, mucho cachondeo en casa y en el trabajo con que era torpe porque se me caían mucho las cosas al suelo y ya está, a otra cosa.
Dejé el medicamento para lo de la mano porque ya me acabé haciendo a la idea de que era torpe, no sé, era muy gracioso aparentemente. Pero dos años después de eso empezó el problema que acabó llevándome al diagnóstico. Las caídas. Empecé a caerme y a perder el equilibrio. No es que yo haya llevado tacones y me haya caído por eso, que podía haber sido una posibilidad; pero no, casi siempre voy en bambas o zapatos planos. Me caía mucho, raro era el día que no saliera a la calle con mi amiga y no acabara en el suelo. Mi médico de cabecera de aquel entonces me dijo que caminara más que quizás el problema era el haber subido un poquito de peso. Más caídas. Mi hermana, mi madre, nadie creía que me pasara nada; pero algo había.
Conocí a mi pareja en medio de todo esto y ya el día que lo conocí le expliqué que mi tío tiene esclerosis múltiple. Imaginad mi nivel de desesperación con mi estado que ya recurría a pensar en lo de mi tío, estaba más cerca yo del acierto que mi doctora ¡ya es triste! Seguía con mi vida mis paseos, empezando mi nueva relación, caída en el suelo, médico de cabecera, resonancia magnética del tobillo, tendinitis aquilea, rehabilitación para la tendinitis. Yo pensaba que la tendinitis era el problema, pero nada más lejos de la realidad; un día al salir de mi sesión de rehabilitación me caí justo al ir al salir por la puerta ¡Mierda! La tendinitis no era el problema, tuve que ir al día siguiente a esta caída a urgencias. Tres horas más tarde salí de Can Ruti con una tendinitis aquilea y un esguince, dos por uno ¡fantástico! Imaginad lo feliz que era.
Ya cambié de trabajo y empecé a dar clases. No solo me caía, mi equilibrio estaba bastante fastidiado con lo cual dar clase a niños pequeños se me hizo imposible, el tener que bailar y jugar era un gran reto y tenía miedo a caerme yo y a caerme encima de algún peque que era peor. Tuve que dejar ese trabajo, pero no pude dar un motivo razonable para ello, ni siquiera mi médico de cabecera me quiso dar nunca una baja. Llevo sin trabajar desde entonces de manera oficial – esto fue febrero de 2018- pero no tenía aún diagnóstico.
Por enésima vez volví a mi médico de cabecera muy cabreada después de todos los años de sentirme bastante ignorada y no conseguir respuestas, esta vez me acompañó mi chico que impone respeto. Yo había buscado pruebas que podía pedirle que me hicieran, pero solo conseguí una visita al podólogo, no fuese que necesitara una plantilla para andar bien porque no diera bien los pasos y eso hiciese que me cayera.
¿Estaba cerca del diagnóstico? ¿Me quedaban todavía muchos médicos por conocer? El final lo conoceréis en la entrada Diagnóstico II de la semana que viene (es que sino esta entrada se os iba a hacer muy larga y pesada)
Soy Noelia, tengo 28 años y vivo y soy una enamorada de Barcelona. Soy enferma de esclerosis múltiple primaria progresiva. Soy una fanática de las lenguas, por eso estudio lingüística; aunque por esto del diagnóstico tengo la carrera en pausa. Doy clases de inglés y de español a extranjeros. Además me apasiona leer y escribir, de ese hobby ha surgido este blog 🙂